La Maranya era un Centro de Cultura y Juventud situado en el municipio de Benicàssim, Castellón. Durante años ha ofrecido un espacio en el cual trabajar actividades de ocio y tiempo libre con infancia, adolescencia, juventud y también, con personas adultas. Todo a partir de un modelo de educación en el tiempo libre basado en las estructuras y organización de las Casas de Juventud y el Movimiento Laico y Progresista.
Principalmente, las personas que participaban del local podían reunirse a través de grupos estables y de esta forma, mediante sus propios gustos e intereses, conformaban una amplia gama de actividades propuestas desde abajo y en base a su nivel de participación, montando su propio ocio desde el compromiso y la solidaridad. Creían en otra manera de hacer las políticas públicas. Una manera de hacer que tuviera en cuenta que, frente al lucro privado de las empresas, están las organizaciones ciudadanas que trabajan prioritariamente por el bien de las demás, por el bien común. Pensaban que era el momento de reclamar que la ciudadanía se involucrase en la gestión de lo público. Por eso se declaraban maduras y capaces para dirigir todos aquellos servicios que les afectaban. Así plasmaron que era hora de pasar del “yo te lo hago” al “hagámoslo juntas”. El colectivo era consciente de que ellas solas no iban a cambiar nada pero que nada cambiaria sin ellas. En la Casa recibían a cualquier joven o grupo de jóvenes con ganas de hacer cosas, que entrara en la dinámica de la toma de decisiones y mostrara su interés por formar parte. Sentían que hacía falta defender los derechos de las jóvenes y también de la sociedad y por eso, participaban en la creación de una cultura alternativa y popular.
“Ana Maria: La Casa de Juventud para mi es mi segunda casa”.
Esta podría ser una descripción un tanto formal de lo que Maranya ha sido, pero Maranya no hubiera sido, ni seguiría siendo (porque, aunque haya bajado su persiana, sigue formando parte de la identidad de muchas de nosotras) sin la diversidad de voces que la han conformado durante estos años. Es un gran reto describirla de este modo, pero no sería posible hacerlo de otra manera. Por ello, gracias a las palabras que me confiaron en su día a través de la tesis doctoral maranyera se dibujará esta descripción de lo que significaba Maranya para muchas de las personas que allí la configuraban, una descripción en presente, mucho más personal y diversa.
La Casa de Juventud la Maranya ha mantenido patente que no es posible una joven despierta a cualquier precio y ha manifestado en múltiples ocasiones que son las personas adultas las que no dejan participar a las jóvenes en los niveles que quieren y no las jóvenes las que no quieren implicarse. Maranya y sus jóvenes sentían que es posible articularse a partir de una metodología concreta en un tejido asociativo juvenil sencillo, alrededor de actividades de ocio, sin perder el aire de trabajo de valores e ideales críticos.
Hay que pensar que las jóvenes están preparadas para construir lo que necesitan con sus propias manos y no quieren convertirse en sujetos pasivos que solicitan a sus familias o instituciones lo que necesitan. Y es que hay una relación directa entre la actitud emancipada y madura y el aprendizaje progresivo de cosas básicas como hacer una reunión, escribir un acta, saber ceder un turno de palabra, asumir una responsabilidad dentro de un grupo y, sobre todo, organizar con otras personas (Equipo de animadores voluntarios, registro en Diario de Campo).
“Siente que esta Casa es distinta, nota como la gente la admira y eso le hace sentir orgullo de formar parte de este lugar.”
Por eso, Maranya es una suma y sigue en el que un montón de personas, con sus necesidades, sus inquietudes, sus ilusiones, de una forma u otra convergen en un punto, unos porque son jóvenes, otros porque son monitores, otros porque son padres, otros porque necesitan participar de algo, otros porque necesitan sentir un paraguas de un grupo (EI, Josevi). Algunas vecinas del pueblo hablan de ella como un conjunto de gente que hace cosas positivas y buenas para el municipio (EI, Miriam) asumiéndola como un punto de referencia que sirve de referente para sus hijas e hijos (EI, Giomar). En ella tienen cabida muchas actividades, un montón de ellas, muy diversas que acaban enmarañandose (EI, Merche). Se organizan cosas alternativas al ayuntamiento y es un buen lugar para hacer cosas nuevas para la gente (EI, vecina 2).
Algo que recuerda Miriam (EI) es que Maranya es como una telearaña que empieza siendo pequeña pero cada vez se hace más y más grande. Y no desde una connotación negativa sino desde un lugar en el que cada vez se ven más atrapadas las personas, enganchadas con el proyecto. Así cada vez se hace más y más grande, más y más fuerte centrándose en un proyecto social y educativo. Miriam define la finalidad de este espacio con el objetivo de construir cosas que a la gente le guste y que se acabe convirtiendo en un proyecto empoderador en sus vidas viendo a jóvenes menores de edad haciendo cosas muy grandes.
Ana María (EI) remarca en muchas ocasiones que a sus amigas siempre se lo dice, que Maranya para ella es su segunda casa. Allí puede hacer muchas actividades, conoces gente, se hacen amistades y ella considera a las personas con las que forma parte de Maranya como una familia. Además, siente que esta Casa es distinta, nota como la gente la admira y eso le hace sentir orgullo de formar parte de este lugar.